Don Pedro Acevedo se convirtió  junto  a su esposa Leonor, en las personas que se resistían a abandonar este  rural de la comuna de La Serena, a pesar de la extensa sequía que venía azotando la Región de Coquimbo. Luego de su deceso en agosto de 2022 la localidad le rindió  un sentido homenaje.

Don Pedro Acevedo  fue  todo un personaje en  la localidad de Condoriaco. En medio de la dura sequía que enfrenta la Región  de Coquimbo y el aumento de la migración campo ciudad de la mayoría  de sus pobladores, él junto a su esposa Leonor  se mantenía estoico. De hecho, fue así hasta el inicio de la pandemia del coronavirus cuando su salud comenzó a resentirse y sus hijos  adoptaron la decisión de traerlo al centro urbano. Es por ello que su muerte el 22 de agosto de 2022 golpeó fuerte  en la localidad y  su familia. No obstante fue despedido como lo había  solicitado: en el cementerio de su pueblo y con música ranchera.

En el territorio que amó con fuerza  los vecinos le tributaron un sentido homenaje. “Lo siento mucho porque fuimos amigos toda la vida. Se nos va un ‘condoriaquino’ neto”,  enfatizó Ernesto Rodríguez.

El delegado  del comité  de Crianceros de Condoriaco, Wilson González resaltó  que con su partida se iba  parte  de la historia del lugar. “Todos lo conocían, nombrar a don  Pedro  era hablar de Condoriaco”, precisó.

Uno de los momentos emotivos  se experimentó  cuando  jóvenes  integrantes de su familia bailaron cueca frente al féretro a la salida  del templo, mientras que en el  recorrido al cementerio  se le acompañó con música ranchera. “Mi abuelo era alegre, acostumbrado en los cerros y siempre apegado a su pueblo” destacó, Silvia Cortés Acevedo, una de sus nietas.

El delegado rural de la Municipalidad de La Serena, Andrés Robledo destacó el aporte del octogenario habitante y el cariño y apego que poseía por el lugar. “Un destacado vecino de Condoriaco y  muy comprometido con su comunidad al tener una gran disposición”, resaltó. Enfatizó que en los tiempos más duros de la sequía se había transformado  en uno de los más fieles colaboradores, “y más cercano de la delegación”, subrayó Robledo.

RECUERDOS DE ANTAÑO

En  agosto  de 2016 con ocasión  de la celebración del día del Minero (ra)  y una festividad  religiosa que se efectuó  en el pueblo  en honor de San Lorenzo, recordó su pasado minero y  la bonanza del sector. Aún rememoraba cuando por sus manos pasaron unas barras de oro como símbolo  de la pujanza de la actividad, sobre todo en la mina Sol. “Eran kilos,  cuando sacaban los filtros  de la planta apartaban el oro y la plata. Sacaban el oro puro (…) En la planta  Sol trabajaban más de 200 personas y vivían alrededor, por eso que hoy día da pena ver el pueblo sin nada. Antes  el trabajo era más a pulso, no se conocían las máquinas, puro barreno a pulso  y martillo (…) hoy día son pocos los mineros que existen, todo son máquinas, hay niños que no saben pescar un barrero y preparar un tiro, lo mismo que el capacho, para apirear y sacar el mineral  se hacía con un capacho a la espalda, yo también  fui apir. Trabaje en las minas en Talcuna (…) Las mejores minas son la Sol y la ‘Chimulpo’ ”, destacaba.

También recordaba sus estudios en la escuela del pueblo. “Estudié un tiempo no más, pero después me sacaron y nos fuimos a la cordillera con animales”,  enfatizaba.

Remarcaba  que era tal el boom del pueblo que lo improvisados encuentros de fútbol eran 40 por lado, “todos querían jugar, por eso cuando se armaba un equipo se elegían a los mejores”. También tiene patente el recuerdo de la llegada de los circos, “todos íbamos cuando chico,  eran novedosos (risas) Donde hoy está la iglesia  habían una cancha donde hacían veladas los mineros, eran muy bonitos. Yo miraba por arriba, salían los payasos

Igualmente recuerda la  importancia de la pulpería de don Juan Cofré, aunque admite que el almacén, “del turco Bitar aún  era mucho más grande, tenía camiones, el miércoles bajaba a buscar la mercadería y el sábado llegaba con la verdura, el pan. Una muy buena persona. Después la familia Rendic compraron  el inmueble  de la pulpería y se iba a transformar en un museo”, remarcó.

En  el 2016  don Pedro ya se quejaba por la falta de agua en  la ruralidad y admitía que era una de las mayores complicaciones  que enfrentaba el pueblo, “es un bien escaso, pero la gente vuelve después a su pueblo  para acordarse donde habían nacido”,  resaltaba.

Confesaba que desde pequeño participó en la Fiesta de San Lorenzo cada 10 de agosto, “también cargué su imagen, pero ahora no puedo porque me caigo y no me la puedo”

-¿Sus expectativas están cumplidas?

“Sí, como minero, todavía le pego a la cuña, sacaba el oro igual, también tengo recuerdo de criancero, llegué  a tener como 200 cabras,  caballos y burros”.

Al momento de la entrevista vivía con su esposa Leonor, “estamos acostumbrados acá, nos han intentado llevar a Talcuna, este es un pueblo muy tranquilo”. La misma mujer que en silla de ruedas junto a sus hijas (o) lo acompañó en  su último adiós en el cementerio de Condoriaco.